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CAPITULO XLIV. DONDE SE PROSIGUEN LOS INAUDITOS SUCESOS DE LA VENTA.
1.-NÚMERO 71.
2.-LOCALIZACIÓN. Cap. 44,Parte I. Pág.254.T.II
3.-TEXTO.
4.-COMENTARIO.
3.-TEXTO.
«…Admirados se quedaron los nuevos caminantes de las palabras de Don Quixote, pero el ventero les quitó de aquella admiración, diciéndoles que era Don Quixote, y que no había que hacer caso dél, porque estaba fuera de juicio. Preguntáronle al ventero si acaso había llegado á aquella venta un muchacho de hasta edad de quince años, que venía vestido como mozo de mulas, de tales y tales señas, dando las mesmas que traia el amante de Doña Clara.
Pero habiendo visto uno dellos el coche donde había venido el Oidor, dixo: aquí debe de estar sin duda, porque este es el coche que él dicen que sigue: quédese uno de nosotros á la puerta y entren los demas á buscarle,…uno de los quales halló al mancebo que buscaba durmiendo al lado de un mozo de mulas, bien descuidado de que nadie ni le buscase, ni menos de que le hallase.
El hombre le trabó del brazo y le dixo:..aquí no hay que hacer otra cosa, señor Don Luis, sino prestar paciencia y dar la vuelta á casa, si ya vuestra merced no gusta que su padre y mi señor la dé al otro mundo, porque no se puede esperar otra cosa de la pena con que queda por vuestra ausencia…
Eso será como yo quisiere, ó como el Cielo lo ordenare, respondió Don Luis.¿Que habeis de querer, ó que ha de ordenar el Cielo fuera de consentir en volveros? porque no ha de ser posible otra cosa.
Todas estas razones que entre los dos pasaban oyó el mozo de mulas junto á quien Don Luis estaba, y levantándose de allí, fué á decir lo que pasaba á Don Fernando y á Cardenio y á los demás, que ya vestido se habian, á los quales dixo, como aquel hombre llamaba de Don á aquel muchacho … y como le quería volver á casa de su padre y el mozo no quería: y con esto y con lo que dél sabían de la buena voz que el Cielo le había dado, viniéron todos en gran deseo de saber mas particularmente quien era,…
EL PADRE DESCONSOLADO Y TRISTE.
Ya estaban todos los quatro que venían á buscar á Don Luis dentro de la venta y rodeados dél , persuadiéndole que luego sin detenerse un punto volviese á consolar á su padre.
Él respondió que en ninguna manera lo podía hacer hasta dar fin á un negocio en que le iba la vida, la honra y el alma…yo soy libre y volveré si me diere gusto, y si no, ninguno de vosotros me ha de hacer fuerza...
Harásela á vuestra merced la razon respondió el hombre, y quando ella no bastare con vuestra merced, bastará con nosotros para hacer à lo que venimos, y lo que somos obligados…
Sepamos que es esto de raiz, dijo á este tiempo el Oidor; pero el hombre, que lo conoció, como vecino de su casa, respondió ¿no conoce vuestra merced, señor Oidor, á este caballero que es el hijo de su vecino…
Miróle entónces el Oidor mas atentamente y conocióle, y, abrazándole dixo ¿que niñerias son estas, señor Don Luis, o que causas tan poderosas, que os hayan movido a venir desta manera,…
Al mozo se le viniéron las lágrimas á los ojos, y no pudo responder palabra. El Oidor dixo á los quatro que se sosegasen, que todo se haría bien, y tomando por la mano á Don Luis, le apartó á una parte y le preguntó que venida había sido aquella.
Y en tanto que le hacia esta y otras preguntas, oyéron grandes voces á la puerta de la venta, y era la causa dellas, que dos huéspedes que aquella noche habían alojado en ella, viendo á toda la gente ocupada en saber lo que los quatro buscaban, habían intentado á irse sin pagar lo que debían; mas el ventero, que atendía mas á su negocio que á los agenos, les asió al salir de la puerta, y pidió su paga y les afeó su mala intención con tales palabras, que les movió á que le respondiesen con los puños: y así le comenzáron á dar tal mano , que el pobre ventero tuvo necesidad de dar voces y pedir socorro.
La ventera y su hija no viéron á otro mas desocupado para poder socorrerle, que á Don Quixote, á quien la hija de la ventera dixo: socorra vuestra merced, señor caballero, por la virtud que Dios le dió , á mi pobre padre, que dos malos hombres le están moliendo como á cibera…
A lo cual respondió don Quixote muy despacio y con mucha flema:…corred y decid á vuestro padre que se entretenga en esa batalla lo mejor que pudiere y que no se dexe vencer en ningun modo, en tanto que yo pido licencia á la Princesa Micomicona para poder socorrerle en su cuita…
Pecadora de mí, dixo á esto Maritórnes, que estaba delante: primero que vuestra merced alcance esa licencia que dice estará ya mi señor en el otro mundo… respondió Don Quixote, que como yo la tenga, poco hará al caso que él esté en el otro mundo, que de allí le sacaré á pesar del mismo mundo que lo contradiga,… .
Y sin decir mas se fué á poner de hinojos ante Dorotea, pidiéndole con palabras caballerescas y andantescas que la su grandeza fuese servida de darle licencia de acorrer y socorrer al Castellano de aquel castillo, que estaba puesto en una grave mengua.
Y LA PRINCESA SE LO DIO DE BUEN TALANTE.
La Princesa se la dió de buen talante, y él luego, embrazando su adarga y poniendo mano á su espada, acudió a la puerta de la venta, adonde aun todavia traian los dos huéspedes á mal traer al ventero; pero así como llegó, embrazó y se estuvo quedo, aunque Maritornes y la ventera le decían que en que se detenía, que socorriese a su señor y marido.
Deténgome dixo don Quixote porque no me es lícito poner mano á la espada contra gente escuderil: pero llamadme aquí á mi escudero Sancho, que á él toca y atañe esta defensa y venganza….
Pero dexémosle aquí…y volvámonos atras cincuenta pasos, á ver que fué lo que Don Luis respondió al Oidor, que le dexámos aparte, preguntándole la causa de su venida…
Á lo qual el mozo,…le dixo: señor mío, yo no sé deciros otra cosa sino que desde el punto que quiso el Cielo, y facilitó nuestra vecindad, que yo viese á mi señora Doña Clara hija vuestra y señora mía, desde aquel instante la hice dueño de mi voluntad: y si la vuestra, verdadero señor y padre mío, no lo impide, en este mesmo dia ha de ser mi esposa. Por ella dexé la casa de mi padre...
Calló en diciendo esto el enamorado mancebo, y el Oidor quedó en oírle suspenso, confuso y admirado, así de haber oído el modo y la discreción con que Don Luis le había descubierto su pensamiento como de verse en punto que no sabía el que poder tomar en tan repentino y no esperado negocio, y así no respondió otra cosa sino que se sosegase por entónces y entretuviese á sus criados, que por aquel día no le volviesen, porque se tuviese tiempo para considerar lo que mejor á todos estuviese…
EL YELMO DE MAMBRINO TRAIDO POR EL DEMONIO QUE NO DUERME.
Ya á esta sazón estaban en paz los huéspedes con el ventero, pues por persuasión y buenas razones de Don Quijote, mas que por amenazas, le habían pagado todo lo que él quiso, y los criados de Don Luis aguardaban el fin de la plática del Oidor y la resolución de su amo, quando el demonio, que no duerme , ordenó que en aquel mesmo punto entró en la venta el barbero á quien Don Quixote quitó el yelmo de Mambrino y Sancho Panza los aparejos del asno que trocó con los del suyo, el qual barbero, llevando su jumento á la caballeriza, vió á Sancho Panza que estaba aderezando no sé que de la albarda, y así como la vió la conoció, y se atrevió á arremeter á Sancho, diciendo: á Don ladrón, que aquí os tengo,venga mi bacía y mi albarda, con todos mis aparejos que me robastes...Mentís, respondió Sancho, que yo no soy salteador de caminos, que en buena guerra ganó mi señor Don Quixote estos despojos…
Entre otras cosas que el barbero decia en el discurso de la pendencia, vino á decir: señores, así esta albarda es mía como la muerte que debo a Dios , y así la conozco como si la hubiera parido…».
LOS CUATRO DE A CABALLO.
4.-COMENTARIO.
Los cuatro de a caballo que llegaron a la venta enseguida se pusieron manos a la obra de llevarse consigo al mozo cantor, del que ya conocemos por Clara quien era. Lo tratan de don: sólo la clase superior a la hidalguía tenía derecho a ser tratada de don.
Hallado don Luis, entre los criados y el mozo, se entabla un díálogo en el que los criados intentan por todos los medios lograr que éste vuelva a su casa mientras él, muestra su disposición de llevar a cabo su propósito.
El texto subraya, de una parte los argumentos de los criados:
– El hijo está obligado a obedecer a su padre desarrollando su paciencia.
– Tal obligación brota del amor que a él le debe, pues de otra forma su padre podría morir del disgusto.
– No se invoque el querer divino en esto, pues Dios no puede sino querer que cumpla con su obligación de hijo.
-Ellos obligados como están a obedecer a su amo, utilizarán la fuerza para obligarle a que vuelva.
Don Luis responde:
-El es libre y todo lo que se haga en este tema depende de su decisión.Ya hemos visto la defensa que de la libertad humana se hace en la obra.
También relacionado con este tema hay que tener en cuenta lo que se ha dicho de cómo en la elección de estado los padres han de respetar la decisión de los
hijos. Tal doctrina apareció en lo que decía el cura tío de Marcela con respecto a su sobrina y ahijada. (cf. Nº. 17).
-En el ejercicio de su libertad afirma también cuenta «como el Cielo lo ordenare».
Entiende que lo que pretende es un asunto suyo y que depende de su decisión libre.
– Porque es un negocio «en que le iba la vida, la honra y el alma…». Gradación típica del período clásico: por el alma rendir el honor, y por el honor sacrificar la vida.
Estando en esto entra en escena el Oidor que termina por reconocer a don Luis y apacigua a los criados con un: «todo se hará bien».
El episodio se interrumpe por las voces del ventero a quien «comenzáron á dar una mano» por haber afeado a unos huéspedes su mala intención de irse sin pagar.
Piden a Don Quijote por «la virtud»: del latín «virtus», literalmente: fuerza, gracia, don… «que Dios le dió».
Con ese sentido aparece la palabra « virtus» en las fórmulas rituales de ciertos sacramentos y en el rito del exorcismo: «exi ex hoc, inmunde spiritu, virtute Spiritu Santo Paraclito».
La expresión de Maritornes, «pecadora de mí» no deja de ser literalmente real, la utiliza expresando su fe en la existencia de «otro mundo», una palabra, que en este caso se refiere a contenidos de la fe católica: existencia de «otra vida», en el cielo, en el purgatorio, en el infierno .
En todo el párrafo Don Quijote se muestra siempre dispuesto a cumplir con los «mandamientos de su orden», de ahí lo que, lo que parecen excusas, no son más que expresión de una «sarcástica» coherencia del caballero.
Moler «como cibera»: del latín cibaria, de ahí la palabra latina cibus: trigo, alimento. Por lo mismo estar haciéndolo papilla.
Como en otras ocasiones, Sancho, irónicamente, deberá encargarse de la solución del problema.
EL GRITO DE MUNCH ANTE LOS INAUDITOS SUCESOS DE LA VENTA.
El texto sigue haciendo alusión a «los inauditos sucesos de la venta.»
El primero el de Don Luis que declara al Oidor, el padre de Clara, los motivos de su venida.
Lo hace con palabras religiosas, porque así lo ha querido Dios está dispuesto a casarse con su hija, a la que ha entregado su voluntad y ha dejado la casa de su padre, palabras que nos traen a la mente las biblicas « por ella dejará el hombre a su padre y a su madre y se unirá a su mujer y serán los dos una sola carne» del Génesis 2,24 y que recoge Mateo en 19,5.
El segundo suceso, la pendencia entre el ventero y los huéspedes que hicieron las paces, por la intervención de Don Quijote, y en este caso no por la fuerza de las armas, «sino por las buenas razones y persuasión» como si el autor quisiere abrirnos otro camino distinto al de las armas para la consecución de ese gran bien que es la paz.
SANCHO PANZA LLORANDO POR EL MIEDO DE QUE LE QUITEN LOS ARREOS DE SU BURRO.
El tercero el del barbero, a quien Don Quijote ganó la bacía creyéndola el yelmo de Mambrino, y Sancho hizo mudanza de los arreos de su burro por los del asno de aquel, que viene acusando de ladrones, especialmente a Sancho, jurando «por la muerte que debe a Dios» que dice verdad.
El juramento es una muestra de la creencia en el juicio divino, en el que responderemos a Dios de nuestros actos. Y es a su vez lo presente que están en el pensamiento de la época, las postrimerias: «muerte, juicio,infierno y gloria», «piensa en tus postrimerias y no pecarás», es sentencia común de los maestros de espiritualidad . San Juan de Ávila da a un sacerdote los temas de meditación en los que se ha de ocupar cada día: «Piense con atención en el paso de la muerte lo más entrañablemente que pudiere, como si en ella estuviese…Y cumplido con el pensamiento de cuerpo, pìense cómo su ánima ha de ser juzgada con verdadero juicio; y presentese ante el Tribunal de Cristo, ni mas ni menos que se presenta un ladrón delante un juez… tras esto debe pensar en los infernales tormentos y los del purgatorio… y el fin de esto es sentirlo…». (cf. Juan de Ávila . o.c. Epistolario.Carta 5).
Sancho se defiende distinguiendo bien lo que es robo y lo que es despojo ganado por su amo, «quien viendo su defensa propuso en su corazón de armarle caballero en la primera ocasión que se le ofreciese por parecerle que sería en él bien empleada la orden de la caballeria». ( Pág. 260-1).
ALGO MÁS QUE UNA ALBARDA.
El autor introduce el tema del barbero, su bacía y albarda que va a dar pie a argumento de siguiente capítulo.
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