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CAPITULO III. Del ridículo razonamiento que pasó entre Don Quixote, Sancho Panza, y el Bachiller Sanson Carrasco.
1.-NÚMERO 90.
2.-LOCALIZACIÓN. Cap. 3. Pág.21s.s.-T.III
3.-TEXTO.
4.-COMENTARIO.
3.-TEXTO.
«Pensativo ademas quedó Don Quixote, esperando al Bachiller Carrasco, de quien esperaba oir las nuevas de sí mismo, puestas en libro, como había dicho Sancho…y no se podía persuadir á que tal historia hubiese,…y quando fuese verdad que la tal historia hubiese , siendo de caballero andante, por fuerza había de ser grandílocua, alta, insigne, magnífica y verdadera.
Con esto se consoló algun tanto; pero desconsolóle pensar que su autor era Moro, segun aquel nombre de Cide, y de los Moros no se podía esperar verdad alguna, porque todos son embelecadores, falsarios y chimeristas.
Temíase no hubiese tratado sus amores con alguna indecencia, que redundase en menoscabo y perjuicio de la honestidad de su Señora Dulcinea del Toboso: deseaba hubiese declarado su fidelidad y decoro que siempre le había guardado, menospreciando Reynas, Emperatrices y doncellas de todas calidades, teniendo á raya los ímpetus de los naturales movimientos: y así envuelto y revuelto en estas y otras imaginaciones, le hallaron Sancho y Carrasco, á quien Don Quixote recibió con mucha cortesía.
ESCULTURA DEL BACHILLER SANSÓN CARRASCO EN ARGAMASILLA DE ALBA. CIUDAD REAL. ESPAÑA.
Era el Bachiller, aunque se llamaba Sanson, no muy grande de cuerpo, aunque muy gran socarron, de color macilenta, pero de muy buen entendimiento, tendria hasta veinticuatro años, carirredondo,de nariz chata y de boca grande, señales todas de condición maliciosa y amigo de donayres y burlas, como lo mostró en viendo á Don Quixote poniéndose delante dél de rodillas diciéndole: deme vuestra grandeza las manos, señor Don Quixote de la Mancha, que por el hábito de San Pedro que visto, aunque no tengo otras órdenes que las quatro primeras, que es vuestra merced uno de los más famosos caballeros andantes que ha habido, ni habrá en toda la redondez de la tierra…
Bien haya Cide Hamete Benengeli, que la historia de vuestras grandezas dexó escritas…
Hízole levantar Don Quixote, y dixo: desa manera, ¿verdad es que hay historia mia y que fué Moro y sabio el que la compuso ?
Es tan verdad, señor, dixo Sansón, que tengo para mi que el dia de hoy estan impresos mas de doce mil libros de la tal historia:…
Una de las cosas dixo á esta sazon Don Quixote, que mas debe de dar contento á un hombre virtuoso y eminente, es verse viviendo , andar con buen nombre por las lenguas de las gentes, impreso y en estampa: dixe con buen nombre, porque siendo al contrario, ninguna muerte se le igualará…
Dicen algunos que han leído la historia que se holgaran se les hubiera olvidado á los autores della algunos de los infinitos palos que en diferentes encuentros dieron al señor Don Quixote.
Ahí entra la verdad de la historia dixo Sancho. Tambien pudieran callarlos por equidad, dixo Don Quixote, pues las acciones que ni mudan, ni alteran la verdad de la historia, no hay para que escribirlas,...
Así es, replicó Sansón; pero uno es escribir como poeta, y otro como historiador: el poeta puede contar, ó cantar las cosas, no como fueron, sino como debían ser, y el historiador las ha de escribir, no como debían ser, sino como fuéron,..
Y de mí, dixo Sancho, que tambien dicen que soy yo uno de los principales presonajes della.
Personages, que no presonajes, Sancho amigo, dixo Sansón.
¿Otro reprochador de voquibles tenemos ? dixo Sancho, pues ándense á eso y no acabarémos en toda la vida.
Mala me la dé Dios, Sancho, respondió el Bachiller, si no sois vos la segunda persona de la historia…tambien hay quien diga que anduvistes demasiadamente de crédulo en creer que podía ser verdad el gobierno de aquella ínsula ofrecida por el señor Don Quijote, que está presente.
Aun hay sol en las bardas, dixo Don Quijote, y miéntras mas fuere entrando en edad Sancho, con la experiencia que dan los años, estará mas idoneo y mas hábil para ser Gobernador que no está agora.
Por Dios, señor, dixo Sancho, la isla que yo no gobernase con los años que tengo no la gobernaré con los años de Matusalén…
Encomendadlo á Dios, Sancho, dixo Don Quixote, que todo se hará bien, y quizá mejor de lo que vos pensáis, que no se mueve la hoja en el árbol sin la voluntad de Dios.
Así es verdad, dixo Sansón, que si Dios quiere, no le faltarán á Sancho mil islas que gobernar, quanto mas una ..
.Pero dexando esto del gobierno de la mano de Dios que me eche à las partes donde mas de mí se sirva, digo, señor Bachiller Sanson Carrasco, dijo Sancho , que infinitamente me ha dado gusto que el autor de la historia haya hablado de mi de manera que no enfadan las cosas que ha hablado de mí, que á fé de buen escudero, que si hubiera dicho de mí cosas que no fueran muy de christiano viejo, como soy, que nos habían de oir los sordos
.Eso fuera hacer milagros, respondió Sanson. Milagros ó no milagros,
dixo Sancho, cada uno mira como habla , ó como escribe de las presonas, y no ponga á troche moche lo primero que le viene al magin…
Finalmente (dixo Sansón) la tal historia es del gustoso y ménos perjudicial entretenimiento, que hasta ahora se ha visto porque en toda ella no se descubre, ni por seméjas,una palabra deshonesta, ni un pensamiento ménos que católico.
Á escribir de otra suerte, dixo Don Quijote, no fuera escribir verdades, sino mentiras, y los historiadores que de mentiras se valen habían de ser quemados, como los que hacen moneda falsa: …pero, no obstante esto, hay algunos que así componen y arrojan libros de sí, como si fuesen buñuelos.
No hay libro tan malo, dixo el Bachiller, que no tenga algo bueno. No hay duda en eso, replicó Don Quixote; pero muchas veces acontece, que los que tenían méritamente granjeada y alcanzada gran fama por sus escritos, en dándolos á la estampa la perdiéron del todo ó la menoscabaron en algo.
DE LA HISTORIA DE LA IMPRENTA.
La causa deso es, dixo Sansón, que, como las obras impresas se miran despacio, fácilmente se ven sus faltas, y tanto mas se escudriñan, quanto es mayor la fama del que las compuso. Los hombres famosos por sus ingenios, los grandes poetas, los ilustres historiadores siempre, ó las mas veces son envidiados de aquellos que tienen por gusto y por particular entretenimiento juzgar los escritos agenos sin haber dado algunos propios á la luz del mundo.
Eso no es de maravillar, dixo Don Quixote, porque muchos teólogos hay, que no son buenos para el púlpito, y son bonísimos para conocer las faltas, ó sobras de los que predican.
Todo eso es así, señor Don Quixote ,dixo Carrasco; pero quisiera yo que los tales censuradores fueran mas misericordiosos, y ménos escrupulosos, sin atenerse á los átomos del sol clarísimo de la obra de que murmuran, que si aliquando bonus dormitat Homerus, consideren lo mucho que estuvo despierto, por dar la luz de su obra con la ménos sombra que pudiese, y quizá podría ser que lo que á ellos les parece mal, fuesen lunares que á las veces acrecientan la hermosura del rostro que los tiene:…».
4.-COMENTARIO.
Lo primero a destacar del texto subrayado es el concepto peyorativo que de los moros aparece en el Quijote, una y otra vez, (cf. Nºss 1,25,52…). Puede resultar contradictorio que en un capítulo en el que se va a hablar de las condiciones que ha de tener la historia, entre las cuales se señala la verdad, se haga autor de la misma a Cide, un moro, que por lo dicho, debe ser un mentiroso; tal contradición desaparece si pensamos que lo que Cide está escribiendo es un satírico libro de caballerías, consiguientemente lleno de mentiras, como los calificara el cura (cf. Nº 88).
Don Quijote «Temíase no hubiese tratado sus amores con algunaindecencia», la salvaguarda del amor que Don Quijote siente por Dulcinea es una constante en la obra.
La naturaleza de la indecencia viene determinada por las frases siguientes y en especial que lo hubiere hecho fruto del apetito sexual.
«El apetito» en la terminología escolástico-tomista, era una tendencia al bien conocido por los sentidos, éste se dividía en apetito concupiscible e irascible, el primero hace tender al bien sensible, entre ellos el placer sexual, mientras el irascible es el encargado de remover los obstáculos al apetito concupiscible, mostrando la idea que del sexo se tenía como un bien muy ligado al instinto, y que sólo se cohonestaba por el matrimonio, con vistas a la procreación.
El autor hace la presentación de Sansón Carrasco, primero, refiriéndose a su físico, indica que su nombre no correspondía a su estatura, pues está pensando en el Sansón del libro de los Jueces. El Sansón que despedazó a un león , mató con una quijada de asno a más de mil filisteos y pereció entre las ruinas del lugar que él mismo derrumbó removiendo sus columnas, (Jueces caps. 14 y 15), aunque sí el resto de su físico concordante con su carácter burlón.
En cuanto a su «status» social, dice que era clérigo secular, perteneciente «a la orden de san Pedro»; así se autodefinían algunos clérigos seculares frente a los religiosos, diciendo burlonamente que su fundador era san Pedro.
Al status clerical se accedía por la llamada «clerical tonsura» un rito en el que se rapaba la cabeza o parte de ella; a partir de ahí el tonsurado pertenecía al estado clerical, vestía como clérigo con sotana y manteo negro y disfrutaba de las exenciones y derechos y deberes clericales.
Tras el ingreso en el estado clerical, solían recibirse las órdenes sagradas. Las primeras órdenes eran las llamadas menores: el acolitado, ostiariado, lectorado y exorcistado, lo que permitía al clérigo realizar diversas funciones en la Iglesia; el acolitado lo capacitaba para el servicio litúrgico, especialmente en la celebración de los sacramentos y la eucaristía, como acólito; el ostiariado para el cuido del templo: abrir y cerrar sus puertas, cuidar el orden en las celebraciones, «echar los perros» a la calle, su nombre se deriva de la palabra latina ostia que significa puerta; el lectorado habilitaba al ordenado a hacer de lector en las celebraciones litúrgicas; y el exorcistado lo capacitaba para hacer exorcismos.
Los grados o ministerios se desarrollaron muy tempranamente en la iglesia por diversas necesidades litúrgicas. En la “Tradición apostólica” de Hipólito se mencionan a los “lectores” y a los “subdiáconos”.
Igualmente en una carta del Papa Cornelio a Fabián en el año 252 se mencionan los siete grados: presbíteros, diáconos, subdiáconos, acólitos, exorcistas, lectores y ostiarios (cf. Eusebio, Historia Ecclesiastica). La Iglesia latina asumió estos siete grados como órdenes y por tanto como sacramentos.
EN CUANTO AL EPISCOPADO SURGIERON MUCHAS POLÉMICAS TEOLÓGICAS.
San Buenaventura afirma que el episcopado no añade nada nuevo al presbiterado sino que es un aumento del poder conferido al sacerdote. Aun así añade, que tiene una cierta “eminencia” o elevación, que conserva incluso cuando no tiene diócesis. Santo Tomás de Aquino comentando el mismo texto de Pedro Lombardo, afirma que orden se ha de llamar principalmente al sacramento y, en segundo lugar también a las funciones u oficios relacionados con algunas acciones sagradas. Así, el episcopado puede ser considerado un orden. Dado que el obispo puede conferir las órdenes sagradas posee un grado mayor que el sacerdote en relación con el Cuerpo de Cristo.
La mayoría de los teólogos posteriores han defendido que el episcopado no sería un orden distinto del presbiterado. Así por ejemplo: Juan Capreolo, Silvestre de Ferrara, Domingo de Soto, Gonet, Billuart, Billot, Hugon y Batiffol.
En cambio, en el Decreto de Graciano se mencionan nueve grados considerando al episcopado como uno de ellos. Duns Escoto por su parte, lo considera como diverso y además de grado eminente.
En el Concilio de Trento, en el canon seis acerca del sacramento del orden se afirma que “en la Iglesia católica existe una jerarquía instituida por ordenación divina, que consta de obispos, presbíteros y ministros”.
Un problema surgido a raíz del texto aprobado era el modo de interpretar la palabra “ministros” ya que podía aplicarse a los diáconos pero también a las demás órdenes. La interpretación más común, que terminó por imponerse, es que por ministros se entendía unicamente a los obispos, presbíteros y diáconos, quedando excluidas las órdenes menores y el subdiaconado que dejaron de ser consideradas sacramentos.
A partir del Concilio de Trento prácticamente desaparecieron las órdenes menores como órdenes independientes conservándose únicamente como pasos preparatorios y previos a la recepción del presbiterado.
La superioridad de los obispos sobre los presbíteros quedó reflejada en el canon 7 del Tridentino: “Si quis dixerit, episcopos non esse presbyteros superiores, vel non habere potestatem confirmandi et ordinandi, vel eam quam habent, illis esse cum presbyteris communem, anathema sit”.
Se afirma que ellos tienen el poder como ministros ordinarios de ordenar otros presbíteros e impartir la confirmación.
Tras este paréntesis pasamos más directamente al texto: El autor aprovecha esta ocasión para advertir que hay muchos que escriben libros que no tienen valor, pero, no obstante esto, hay algunos que así componen y arrojan libros de sí, como si fuesen buñuelos. Algo semejante había dicho el autor en el Prólogo de esta segunda parte hablando de la obra del Avellaneda.
Don Quijote valora como cosa excepcional que se hable bien en vida sobre una persona, en contra del dicho de que para que se hable bien de alguien es preciso que esté muerto, porque es tras la muerte cuando se inicia la mitificación del personaje.
LA VERDAD EL TIEMPO Y LA HISTORIA. GOYA.
Entre Don Quijote y Sansón Carrasco determinan la cualidades que ha de tener la historia: no tiene porque ser exhaustiva, con tal de que los detalles no reseñados no perjudiquen la figura del historiado, dice Don Quijote; Sansón Carrasco que le concede este dato a Don Quijote sentencia: «pero uno es escribir como poeta, y otro como historiador: el poeta puede contar o cantar las cosas, no como fueron, sino como debían ser, y el historiador las ha de escribir, no como debían ser, sino como fuéron».
La intervención de Sancho da pie a dos referencias a la Escritura, la primera sobre Matusalén que es considerado en la Biblia como el hombre más longevo con 969 años (cf. Génesis cap. 5,27).
El tema de la longevidad de los patriarcas bíblicos era comúnmente aceptado de forma literal en el siglo XVI, posteriormente ha sido objeto de estudio, siempre partiendo de la base de que las afirmaciones bíblicas en este sentido, no expresan lo que literalmente dicen, es decir los patriarcas no alcanzaron la edad que les asigna la Biblia. para ello se han buscado varias explicaciones:
1.-edades determinadas contando los años como meses, nosotros también sabemos que muchas culturas usan la luna como una medida para la edad (tales como muchas tribus americanas indias).
Si Matusalén fuera medido en tal sistema su edad sería de 80 años, más el tiempo hasta que llegó a ser padre.
2.- Años contados desde el nacimiento del Primer Descendiente. 3.- Las Edades no representan individuos, sino Dinastías, 4.- Los años en la Biblia son meros símbolos que nos hablan de la grandeza del personaje. etc.
El otro texto bíblico lo saca a colación Don Quijote y hace referencia a la providencia divina: «que no se mueve ni la hoja de un arbol sin el consentimiento de Dios» (cf. Mt. 6,25-33).
Resulta cuanto menos curiosa, la afirmación del bachiller acerca de la moralidad y ortodoxia de la obra cervantina : «porque en toda ella no se descubre, ni por seméjas,una palabra deshonesta, ni un pensamiento ménos qué católico».
Es posible que se le pueda aplicar en este caso a Cervantes el adagio latino: «excusatio non petita, acusatio manifiesta»: escusa no pedida, acusación manifiesta.
Don Quijote avala la afirmación del bachiller con palabras tomadas de la sagrada escritura y de la tradición de los santos padres: La historia es como cosa sagrada, porque ha de ser verdadera, y donde está la verdad, está Dios en quanto á verdad; «Dios es la verdad» (Jeremias 10,10)
«Yo soy el Camino, la Verdad, y la Vida». (Juan 14,6). «Ubi inveni veritatem, ibi inveni Deum meum» «Donde encontré la verdad, allí encontré a mi Dios». (San Agustín, De libero arbitrio, IV, 24).
Casi a renglón seguido se van a ocupar de los críticos literarios y de los teólogos que no son aptos para escribir y predicar pero si para censurar, a los que el bachiller pide más misericordia en sus juicios.
El tema hace pensar en los Calificadores de los Tribunales de la Inquisición, eran estos los asesores teológicos que emitían dictámenes sobre las proposiciones, escritos, predicaciones de los reos. Se les designaba entre religiosos que, además de ser teólogos, solían pertenecer a las jerarquías de sus órdenes.
Sus dictámenes eran muy tenidos en cuenta por el tribunal ya que señalaban la ortodoxia o heterodoxia de los escritos y proposiciones, así como su gravedad. Entre los principales requisitos que se les exigía es que fueran catedráticos en teología.
El capítulo termina con la ida de Sancho, la cena del bachiller con Don Quijote quien le rogó : «se quedase á hacer penitencia con él. Tuvo el Bachiller el embite, quedóse, añadióse al ordinario un par de pichones, tratóse en la mesa de caballerias, siguió el humor Carrasco, acabóse el banquete, durmiéron la siesta, volvió Sancho, y renovóse la plática pasada».
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