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EN LA POSADA. EL ENCUENTRO ENTRE DON FERNANDO Y DOROTEA, CARDENIO Y LUSCINDA.

CAPITULO XXXVI.QUE TRATA DE OTROS RAROS SUCESOS QUE LA VENTA SUCEDIERON.

1.-NÚMERO 59.

2.-LOCALIZACIÓN. Cap. 36, Parte I. Pág. 149.T.II

3.-TEXTO.

4.- COMENTARIO.

DOROTEA A LOS PIES DE DON FERNANDO.

 3.- TEXTO.

             «Estando en esto, el ventero que estaba á la puerta de la venta dixo: esta que viene es una hermosa tropa de huéspedes, si ellos paran aquí gaudeamus tenemos.¿Qué gente es? dixo Cardenio.

            Quatro hombres , respondió el ventero, vienen á caballo …y junto con ellos viene una mujer vestida de blanco en un sillón… y según se puede colegir por su hábito, ella es monja, ó va serlo, que es lo más cierto. y quizá porque no le debe nacer de voluntad el mongío, va triste como parece…

            Todo podría ser, dixo el Cura, y dexándolos, se volvió adonde estaba Dorotea, la qual como habia oido suspirar á la embozada…se llegó á ella y le dixo: ¿ que mal sentis, señora mia?…

            Á todo esto callaba la lastimada señora, y aunque Dorotea tornó con mayores ofrecimientos, todavia estaba en silencio…hasta que llegó el caballero…y dixo á Dorotea: no os canseis, señora, en ofrecer nada á esa muger, porque tiene por costumbre no agradecer cosa que por ella se hace, ni procureis que os responda, si no quereis oir alguna mentira de su boca.

            Jamas la dixe, dixo á esta sazon la que hasta allí habia estado callando, ántes por ser tan verdadera y tan sin trazas mentirosas me veo ahora en tanta desventura…

            Oyó estas razones Cardenio bien clara y distintamente…y así como las oyó, dando una gran voz dixo: ¡válgame Dios! ¿qué es esto que oigo? ¿qué voz es esta que ha llegado a mis oidos?

             Volvió la cabeza á estos gritos aquella señora…y fuése á entrar en el aposento donde Cardenio estaba…lo qual visto por el caballero, la detuvo sin dexarla de mover paso…

            Teniala el caballero fuertemente asida por las espaldas, y por estar tan ocupado en tenerla, no pudo acudir á alzarse el embozo que se le caia, como en efeto se le cayó del todo: y alzando los ojos Dorotea…vió que el que abrazada ansimesmo la tenia, era su esposo Don Fernando, y apénas le huvo conocido, quando arrojando de lo íntimo de sus entrañas un ay, se dexo caer desmayada…

  A PUNTO DEL FELIZ DESENLACE.

          Oyò asimesmo el suspiro Cardenio  el ay que dió Dorotea quando se cayó desmayada, y creyendo el  que era de Luscinda , salió del aposento  despavorido, y lo primero que vió fué a Don Fernando , que tenía abrazada a Luscinda .

            Cayaban , y mirábanse todos, Dorotea que ya había vuelto en si, á Don Fernando, Don Fernando á Cardenio, Cardenio á Luscinda, y Luscinda a Cardenio.

            Mas quien primero rompió el silencio fué Luscinda, hablando á Don Fernando desta manera: dexadme, señor Don Fernando, por lo que debeis á ser quien soisdexadme llegar al muro de quien yo soy yedra, al arrimo de quien no me han podido apartar vuestras importunaciones, vuestras amenazas, vuestras promesas, ni vuestras dádivas: notad como el Cielo por desusados y á nosotros encubiertos caminos, me ha puesto á mi verdadero esposo delante y bien sabeis por mil costosas experiencias que solo la muerte fuera bastante para borrarle de mi memoria...

            Dorotea…en este entretanto habia estando escuchando todas las razones que Luscinda dixo…y viendo que Don Fernando aun no la dexaba de sus brazos…se fue á hincar de rodillas á sus pies…le comenzó á decir:

     Yo soy aquella    labradora humilde, á quien tú por tu bondad, ó por tu gusto, quisiste levantar á la alteza de poder llamarse tuya: tú sabes bien de la manera que yo me entregué á toda tu voluntad...y si esto es asi, como lo es, y tú eres tan christiano, como caballero ¿ porque por tantos rodeos dilatas de hacerme venturosa en los fines, como me heciste en los principios?… y si te parece que has de aniquilar tu sangre con mezclarla con la mia considera que poca, ó ninguna nobleza hay en el mundo que no haya recorrido por este camino, y que la que se toma de las mugeres, no es la que hace al caso en las ilustres descendencias: quanto más que la verdadera nobleza consiste en la virtud, y si esta á tí te falta, negándome lo que tan justamente me debes, yo quedaré con más ventajas de noble, que las que tú, tienes…yo soy tu esposa, testigos son tus palabras…, y testigo el cielo á quien tú llamaste por testigo de lo que me prometias: y quando todo esto faltare, tu misma conciencia no ha de faltar de dar voces callando en mitad de tus alegrias, y turbando tus mejores gustos y contentos…

            Mirándola estaba Luscinda, no ménos lastimada de su sentimiento, que admirada de su mucha discreción y hermosura…y aunque quisiera decirle algunas palabras de consuelo no la dexaban los brazos de Don Fernando…el qual lleno de confusión y espanto…abrió los brazos y dexando libre á Luscinda, dixo:

    Venciste, hermosa Dorotea, venciste, porque no es posible tener ánimo para negar tantas verdades juntas.

            Así como la dexó Don Fernando iba á caer en el suelo Luscinda  más hallándose Cardenio allí junto, pospuesto todo temor, y aventurando á todo riesgo, acudió a sostener a Luscinda, y cogiéndola entre sus brazos, le dixo: si el piadoso Cielo gusta y quiere que ya tengas algun descanso, leal, firme y hermosa señora mia, en ninguna parte creo yo que le tendrás más seguro que en estos brazos…

            Á estas razones puso Luscinda en Cardenio los ojos y sin tener a cuenta ningun honesto respeto, le echó los brazos al cuello y, juntando su rostro con el de Cardenio, le dixo: Vos sí, señor mío, sois el verdadero dueño desta vuestra captiva , aunque mas lo impida la contraria suerte y aunque mas amenazas le hagan á esta vida que en la vuestra se sustenta…

            Parecióle á Dorotea que Don Fernando había perdido la color del rostro y que hacía ademan de querer vengarse de Cardenio, porque le vió encaminar la mano á ponella en la espada; y así como lo pensó, con no vista presteza se abrazó con él por las rodillas, besándoselas y teniéndole apretado, que no le dexaba mover, y sin cesar un punto de sus lágrimas le decía:

            ¿Qué es lo que piensas hacer, único refugio mío, en este tan impensado trance? Tú tienes á tus pies á tu esposa, y la que quieres que lo sea está en brazos de su marido: mira si te estará bien, ó te será posible deshacer lo que el Cielo ha hecho…

            Por quien Dios es te ruego, y por quien tú eres te suplico, que este tan notorio desengaño no solo no acreciente tu ira, sino que la mengue que con quietud y sosiego permitas que esos dos amantes le tengan sin impedimento tuyo todo el tiempo que el Cielo quisiere concedérsele... pero á esta sazon acudiéron los amigos de Don Fernando, y el Cura, y el Barbero, sin que faltase el bueno de Sancho Panza,y todos rodeaban á Don Fernando, suplicándole tuviese por bien de mirar las lágrimas de Dorotea, y siendo verdad, como sin duda ellos creian que lo era...que considerase , que no acaso como parecia, sino por particular providencia del Cielo se habían todos juntado en un lugar donde ménos ninguno pensaba, y que advirtiese, dixo el Cura, que sola la muerte podia apartar á Luscinda de Cardenio…permitiendo que por sola su voluntad los dos gozasen el bien que el Cielo ya les habia concedido…y que sobre todo advirtiese, que si se preciaba de caballero y de christiano, que nopodia hacer otras cosa que cumplille á Dorotea la palabra dada, y que cumpliéndosela, cumpliria con Dios y satisfaria á las gentes discretas…

            En efeto á estas razones…el valeroso pecho de Don Fernando se ablandó…y la señal que dió de haberse rendido …fué abaxarse y abrazar á Dorotea, diciéndole: levantaos. señora mia, que no es justo esté arrodillada á mis pies la que yo tengo en mi alma: y si hasta á aquí no he dado muestras de lo que digo, quizá ha sido por orden del Cielo, para que viendo yo en vos la fe con que me amais, os sepa estimar en lo que mereceis…y volved y mirad los ojos de la ya contenta Luscinda viva ella contenta luengos y felices años con su Cardenio, que yo rogaré al Cielo, que me los dexe vivir con mi Dorotea…y que así acompañados del silencio y de lágrimas habian llegado á aquella venta, que para él era haber llegado al cielo, donde se rematan y tienen fin todas las desventuras de la tierra.

 DON FERNANDO SACA DEL MONASTERIO A LUSCINDA.

4.-COMENTARIO.

            «Gaudeamus tenemos», dijo el ventero recordando el himno de colacción de grados en las universidades.

            Pero el texto transcrito da pie al gozo de ver resueltas las dos historias de amor iniciadas en los capítulos anteriores: la de Cardenio y Luscinda y la de Don Fernando y Dorotea.

             Los cuatro personajes se encuentran ya reunidos en la venta que no tardaron en encontrarse y reconocerse.

            Don Fernando contó a los presentes lo que hasta el momento no había sido narrado: el desenlace de su boda con Luscinda. Ya sabemos que ésta quedó desmayada en brazos de su madre y Don Fernando leyendo el papel que en el pecho traía escrito en el que decía ser esposa de Cardenio.

            A los pocos días del suceso Luscinda fue a recluirse en un convento, enterado Don Fernando del suceso la sacó por la fuerza llegando con ella y sus tres acompañantes a la venta donde ahora estaban .

            En ella acabaron todos por reconciliarse y perdonarse. Don Fernando reconoció y recibió a Dorotea como esposa y Cardenio hizo lo mismo con Luscinda, con la aprobación y regocijo de todos.

            Las referencias religiosas que hay en el capítulo bastantes aunque con un carácter muy similar: El Cielo en lugar de Dios, sale no menos de cinco veces, la providencia divina. su intervención en los acontecimientos

   BEATERIO ABANDONADO.

         Un aspecto que de nuevo hemos visto destacado en la narración es la función que los monasterios desempeñaron en la época, ajeno al que en realidad les era propio: recoger a mujeres abandonadas por los maridos, deshonradas, en muchos casos adúlteras, y en algún caso hasta casadas.

            Mas frecuente aún que esa solución es la que adoptaban las llamadas beatas el mayor número de las cuales vivían en los llamados «emparedamientos».

            Luscinda en dirigiéndose a Don Fernando lo primero que le recuerda es que su condición de noble le impone unas obligaciones. Entre estas obligaciones había algunas de carácter moral: como la de guardar secretos del señor, descubrirle las tramas de sus enemigos, defenderle, darle el caballo en las batallas si perdía el suyo, ocupar su puesto en el cautiverio si caía prisionero, respetar y hacer respetar su honra, Luscinda debía referirse a esta última.

            Entre lo que le pide a Don Fernando está lo expresado por la metáfora de la yedra, recuerda la primera Egloga de Garcilaso de la Vega en la que emplea la misma metáfora de la yedra y la de la parra al olmo entretegida hasta acabar la vida:

            No hay corazón que baste,/ aunque fuese de piedra,/ viendo mi amada hiedra/de mí arrancada, en otro muro asida,/ y mi parra en otro olmo entretejida,/ que no sesté con llanto deshaciendo/ hasta acabar la vida. (v.v. 133-139).

            Recurre también a la intervención divina que por desusados caminos le ha puesto a su esposo delante.

            Como se ve también  Dorotea recurre a todos los títulos que le dan derecho a la consideración de esposa por Don Fernando: A sus promesas, juramentos, su origen noble, su profesión de cristiano, a su conciencia, todo lo reconoce Don Fernando al decirle: «No es posible tener ánimo para negar tantas verdades juntas».

NOBLES DE LA ÉPOCA DE CERVANTES,

           En cuando a la idea de que la verdadera nobleza es la virtud que también invoca Dorotea fue cristianizada por san Ambrosio «Por qué te jactas de tu origen noble , la palma de la nobleza no se da sino a la virtud» repetida por san Agustín; la revitalizó san Vicente Ferrer «Es noble quien noblemente vive» y la llevó al pensamiento humanista Luis Vives en la Introducción a la sabiduría: «La verdadera y sólida nobleza nace de la virtud».

            Al principio del texto es Dorotea quien sigue hablando dirigiéndose a Don Fernando, ahora para suplicarle no impida por ningún motivo la felicidad de Luscinda y Cardenio.

    PODRÍA SER DOROTEA.

        Después reaparecen bien en labios de Dorotea o en los de los presentes especialmente los del cura, las razones que ya se han dicho con anterioridad: la nobleza, la cristiandad, la validez del matrimonio entre Luscinda y Cardenio, el reiterado recurso a la providencia divina… estas razones terminan por ablandar el corazón de Don Fernando, que por cierto queda como si él fuera el ofendido y  el que tuviese en sus manos el poder y derecho de arreglar aquello de lo que él solo había sido culpable. ¿Derecho anexo a su nobleza de origen?

            La mención del cielo como término de la vida y felicidad humana ya sabemos es frecuente y nada ajena en el Quijote.

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 elcuradellugar.