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CAPITULO II. QUE TRATA DE LA PRIMERA SALIDA QUE DE SU TIERRA HIZO EL INGENIOSO DON QUIXOTE.

1.-NÚMERO 2.

2.-LOCALIZACIÓN. Cap. 2. Parte I. Págs 8 a 15 T.I

3.-TEXTO.

4.-COMENTARIO.

3.-TEXTO.

 »Hechas pues estas prevenciones, no quiso aguardar mas tiempo á poner efeto su pensamiento, apretándole á ello la falta que él pensaba que hacía en el mundo su tardanza, segun eran los agravios que pensaba deshacer, tuertos que enderezar, sinrazones que enmendar, y abusos que mejorar, y deudas que satisfacer. Y así sin dar parte á persona alguna de su intención,…salió al campo con grandisimo contento y alborozo de ver con quanta facilidad habia dado principio á su buen deseo…

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VENTA DE DON QUIJOTE EN PUERTO LÁPICE. PUEBLO DE CASTILLA LA MANCHA . ESPAÑA.           

Autores hay que dicen , que la primera aventura que le avino fué la del puerto Lápice, otros dicen que la de los molinos de viento: pero lo que yo he hallado escrito en los anales de la Mancha, es que él anduvo todo aquel día, y al anochecer, su rocin y él cansados y muertos de hambre: y mirando á todas partes, por ver si descubría algun castillo ó alguna majada de pastores donde recogerse…vió no de léxos del camino por donde iba una venta que fué como si viera una estrella que á los portales , si no á los alcazares de su redención le encaminaban.

            Dióse priesa á caminar, y llegó á ella á tiempo que anochecía. Estaban acaso á la puerta dos mugeres mozas, destas que llaman del partido, las quales iban á Sevilla con unos arrieros, que en la venta aquella noche acertáron á hacer jornada...que a él le parecieron doncellas…las quales como vieron venir un hombre de aquella suerte armado…llenas de miedo se iban á entrar en la venta: pero Don Quixote, coligiendo por su huida su miedo, alzándose la visera de papelon y descubriendo su seco y polvoroso rostro, con gentil talante y voz reposada les dixo: non fuyan las vuestras mercedes, nin teman desaguisado alguno, ca á la orden de caballería que profeso non toca ni atañe facerle á ninguno…

            Las mozas que no estaban hechas á oir semejantes retóricas, no respondian palabra, solo le preguntaron si quería comer alguna cosa. Qualquiera yantaría yo, respondió Don Quixote, porque á lo que entiendo me haría mucho al caso.

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LO QUE MÁS LE FATIGABA  ERA NO VERSE ARMADO CABALLERO.

         Á dicha acertó á ser viernes aquel día , y no había en toda la venta sino unas raciones de un pescado, que en Castilla llaman abadejo, y en Andalucia bacallao, en otras partes curadillo, y en otras truchuela…

            Estando en esto, llegó acaso á la venta un castrador de puercos, y así como llegó, sonó su silbato de cañas quatro ó cinco veces, con lo qual acabó de confirmar Don Quixote que estaba en algun famoso castillo y que le servían con música y que el abadejo eran truchas, el pan candeal y las rameras damas, y el Ventero Castellano del castillo, y con esto daba por bien empleada su determinación y salida.

            Mas lo que más le fatigaba era el no verse armado caballero, por parecerle que no se podría poner legítimamente en aventura alguna sin recebir la órden de caballería».

CASTILLO INTERIOR DE SANTA TERESA.

 4.-COMENTARIO.

              El autor comienza a precisar las funciones que el novel caballero habría de cumplir: «los agravios que pensaba deshacer, tuertos que enderezar, sinrazones que enmendar, y abusos que mejorar, y deudas que satisfacer», algunos de ellos están recogidos en el Código de Honor de los Caballeros.

            Cansado y hambriento anduvo buscando «algun castillo ó alguna majada», tras andar todo el día, y vio una venta, que a él le pareció castillo, «como si viera una estrella que á los portales, si no á los alcazares de su redención le encaminaban», clara alusión a la estrella que encaminó a los Magos al portal, y a él le llevó a los alcázares de su redención, utilizando el alcázar como una metáfora que hace referencia al «castillo interior» de Santa Teresa.

 «COMO SI VIERA UNA ESTRELLA…»

Las mujeres mozas «que llaman del partido», eran prostitutas.

            El contraste, tan típico de Cervantes en toda la obra, aparece aquí bien claro. Alcázar-Venta. Redención-Prostitutas. En su estudio sobre la mujer sevillana durante los siglos XVI y XVII, la historiadora norteamericana Mary Elizabeth Perry resalta la importancia social de las prostitutas y la tolerancia de éstas durante siglos en su sociedad como «un mal menor» ya que, sin su presencia, se pensaba que muchos hombres pondrían sus energías en la seducción de mujeres honradas, en el incesto, la homosexualidad o el adulterio.

             Esta era la doctrina cristiana que se fue elaborando desde el siglo XIII en torno a la sexualidad y a la prostitución, considerada pecaminosa pero necesaria. Y en determinados barrios de la ciudad, a extramuros.

            La política era de tolerancia pero de segregación en lugares concretos; estos lugares eran las llamadas mancebías, que se institucionalizaron para acoger y controlar a las mujeres públicas, es decir, a aquellas mujeres definidas en las Partidas de Alfonso X como mujeres «que están en la putería e se dan a todos cuantos a ellas vienen». Eran mujeres «que ganaban por las tavernas e bodegones e otras partes», acompañadas de rufianes y gente de mal vivir, cuya presencia era poco ejemplarizante para las mujeres honestas y desestabilizaba la tranquilidad del vecindario por los escándalos, riñas y robos que con frecuencia se producían.

MANCEBÍA DEL SIGLO XVI.

            Pero no olvidemos que la mancebía, era mucho más que el lugar habitual de prostitución; era el único espacio legal para ejercerla, casi una institución municipal, con sus propias Ordenanzas y una Comisión de munícipes supervisores.

            Los poderes públicos pretenden confinar la prostitución a un espacio claramente acotado y alejado, teóricamente, de las zonas centrales de la ciudad.

            Esta preocupación por aislar el comercio carnal venía desde el siglo XIV, el Ordenamiento de 1337, (Alfonso XI). Luego las ordenanzas de Juan II en 1411. El 24 de julio de 1416 es cuando el Ayuntamiento ordenó cercar la Mancebía en su totalidad. A pesar de ello, el padrón de 1487 demuestra que numerosas prostitutas residían fuera del Compás de la Laguna, una situación que fue inherente a lo largo de la vida de la mancebía.

            A finales de siglo, la presión del jesuita padre León consiguió hacer cumplir las ordenanzas de 1553 en el sentido de que estuviera cerrada la mancebía los domingos y días festivos.

            Sobre el número de meretrices, realmente no hay datos fidedignos. Algunas referencias nos indican que fueron bastantes para aquella población. El viajero alemán Diego Cuelbis fijaba en 30 ó 40 el número de mujeres desvergonzadas que vivían en la putería. El padre Pedro León, que intentaba redimirlas, dice que tenía unas 120 mujeres arrepentidas en centros de redención (Casa Pía y Casas de Arrepentidas), que eran una pequeña parte.

             Realmente podía haber una centena de mujeres en la mancebía, pero no era éste el único lugar donde estaban; el licenciado Porras de la Cámara estima en más de tres mil las cantoneras en las calles de Sevilla en 1600, aunque esta cifra pueda ser un poco exagerada.(cf. «Ni espada rota ni mujer que trota: Mujer y desorden social en la Sevilla del Siglo de Oro», Mary Elizabeth Perry. Drakontos Crítica, Barcelona 1993).

  ABADEJO CASTELLANO.         

Las mozas que no estaban hechas a oír semejantes retóricas, no respondían palabra, sólo lepreguntaron si quería comer alguna cosa. «Qualquiera yantaría yo, respondió Don Quixote, porque á lo que entiendo me haría mucho al caso». «A dicha acertó a ser viernes aquel día , y no había en toda la venta sino unas raciones de un pescado, que en Castilla llaman abadejo, y en Andalucía bacallao, en otras partes curadillo, y en otras truchuela…».

            «Á dicha acertó a ser viernes», lo que explica no hubiera más que pescado, por la ley de la abstinencia que se guardaba hasta en las ventas.

            Abadejo y trucha son también designaciones de prostitutas: vieja la primera y joven la segunda.(cf. Tirso de Molina: «El Burlador de Sevilla II, vv 185-189» : ¿- Julia , la del candilejo?/ – Ya con sus afeites lucha./ ¿Véndese siempre por trucha?/ Ya se da por abadejo. También (cf. «Fuentes del Romancero III f, 23»: cortesanas de balcón, / en ella me fui en la corte / adonde su amante furia / donde encontré un abadejo / que se me vendió por trucha. El doble sentido del texto no puede ser más evidente.

            Termina el capítulo anotando la fatiga de Don Quijote por « no verse armado caballero, por parecerle que no se podría poner legítimamente en aventura alguna sin recebir la» órden de caballería», fatiga natural, pues en su órden no había aún pasado de postulante. El texto precisa bien su imposibilidad, distinguiendo entre legítimamente y válidamente.

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 El cura del Lugar.